Julio César Cortés Bolívar

Julio César Cortés Bolívar fue un importante dirigente universitario, periodista estudiantil revolucionario, humanista, marxista, camilista, luchador social; transgresor de la injusticia, de las desigualdades y del poder hegemónico de clase social irracional, del militarismo autoritario y cruel; opositor de la imposición a no tener derecho a la vida, defensor de la libertad de palabra y pensamiento.
Fue compañero de ideales de Camilo Torres Restrepo y uno de los principales colaboradores y dirigentes del periódico “Frente Unido”.
Julio César ingresó a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en 1965, como Camilo, quien se había unido a esta organización hacía poco tiempo. Se desempeñó como médico dentro del ELN.
Transformar el mundo creando una realidad sobre bases humanas de afecto y de respeto fue el objetivo de su vida, y una guía en su actuar y en su pensamiento.
La despedida (PARTE 1)
En una emotiva narración, Leonor Cortés Bolívar nos cuenta acerca de su hermano Julio César y de la convicción de lucha que derivó en su integración al Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Colombia:
“Qué lástima no haberte encontrado”, le escribió Julio en su visita a México. Leonor y su familia no estaban en casa.
Leito lamentó el desencuentro, Julio César pasó por México a saludarla con la certeza de que una vez regresara a Colombia, ingresaría a la guerrilla. Desde Bogotá y antes de partir, a sus 26 años y con un futuro prominente, le escribió a su hermana.
“Son cartas muy tristes y hermosas, yo me puse a llorar porque no pensé que él hubiese tomado esta decisión, tan pronta. Él se marcha y yo me quedé con la sensación de que iba a volver, que regresaría y lo iba a ver otra vez, pero nunca más lo volví a ver”, dice Leito.
Con una impecable carta mecanografiada, el 3 de noviembre de 1965, Julio César —quizá con el covencimiento que ella sería la única en su familia capaz de entenderlo— se despide de su querida hermana con estas palabras:
“…Aspiro a entregarme a esa lucha con tanta pasión, que también la revolución me acepte y me lleve como algo entrañablemente suyo. Así, doy respuesta a mi verdadera vocación, que de otra manera —a través de la medicina o incluso de la literatura—, quedaría frustrada, a medio camino.
Son, sin embargo, los mismos mecanismos los que me llevan a hacerme médico y hacerme revolucionario: mi odio por el dolor, mi odio por la violencia, mi odio por la injusticia, trasunto todo de mi amor —que a ti te permitiría llamar cristiano—, por la humanidad….”. Fragmento de carta del 3 de noviembre de 1965, Bogotá.

“Julio César Cortés es uno de los líderes más sobresalientes del estudiantado colombiano. Fue uno de los fundadores del FUN (Federación Universitaria Nacional) y su primer presidente. También presidió el Consejo Superior Estudiantil de la Universidad Nacional durante los años 1961 y 1962”.
Fotografía: archivo personal de Leonor Cortés Bolívar. Sin fuente confirmada.
Memorias de mi hermano, médico y revolucionario
Por Leonor Cortés Bolívar
“Julio César ingresó a la guerrilla en 1965 al terminar la carrera de medicina, por sus convicciones humanistas como médico y ciudadano sensible de la pobreza y sufrimiento del pueblo al que alfabetizaba y atendía con medicinas en pueblos a los que visitaba con Camilo Torres Umaña sacerdote amigo entrañable, con la ilusión de cambiar la realidad de manera diferente, dado que el diálogo y debate de ideas con el gobierno nunca fue posible”, comentaba Leito.
Hablar de mi querido hermano es hoy en el momento histórico de grandes crisis económicas y cambios sociales, más necesario que nunca, al recordar su trayecto de vida como un ser humano excepcionalmente sensible a todo lo que se refiere a la dimensión humana.
Coincidía su pensamiento con el de los grandes filósofos de la historia en relación al desarrollo integral de los seres humanos, hombres y mujeres, restringidos muchos y muchas por factores de poder hegemónicos, económicos, políticos, sociales e históricas que han distorsionando las relaciones, cosificándolas, esclavizando, oprimiendo, excluyendo, discriminando a quienes crean ideas diferentes, ideólogos contrarios queriendo hacer un mundo de ideas únicas, homogéneas, uniformadas imposible de ser reales; transformándose en verdaderos espadachines a sueldo en defensa de pensamientos anquilosados que requieren ser debatidos en un proceso que lleve a la liberación humana en desarrollo permanente.
Transformar el mundo creando una realidad sobre bases humanas de afecto y de respeto fue de lo que trató su vida en su actuar y en su pensamiento.
Desde niño no soportaba el encontrar y observar la pobreza y miseria de sus semejantes, al grado de quitarse los zapatos y prendas de vestir, regalándoselas a un niño “gamín” como se les llama en Bogotá a los que viven en condición de calle y abandono.
Pasajes frecuentes de solidaridad fueron en su actuar, como llevar a nuestra casa a una familia campesina que encontró en la calle, e invitarla a degustar la comida que mi madre dejaba hecha al irse a trabajar.
De la observancia de estas contradicciones reales nacieron en él inexorablemente pensamientos que dieran explicación a todos sus interrogantes.
El estudio constituyó su aliado como su accionar constante, amante de la naturaleza y de todo lo vivo, se incorporó a los niños Boy-Scouts asistiendo a excursiones con sus colegios Agustinianos y el Nicolás Ezguerra en Bogotá. departiendo con sus compañeros de estudio en el campo.
Nunca se retiró de actividades y debates de la época en zonas pobres de poblaciones aledañas a la ciudad, inició el bachillerato en Bogotá y quiso terminarlo en Garzón Huila, llevado a sentirse menos observado por mi madre en sus actividades de organizaciones populares a donde alfabetizaba y el buscar contacto con el medio rural.
Al recibir su diploma de bachiller, se inscribió en la Universidad Nacional de Colombia en la carrera de medicina, siguiendo la ruta de continuar sumergiéndose en el pensamiento profundamente humanista de luchar contra el dolor tanto físico, psicológico y el que propicia el dolor social de una formación político al no dar oportunidades a mujeres y hombres de una misma patria a obtener todos sus satisfactores humanos cubiertos: salud, vivienda, educación, trabajo y con él, todas sus capacidades creativas, ingeniosas, desarrollando todos sus talentos para producir en su sociedad la riqueza que es la verdadera del “ser” no del “tener” que lo condujo a su propia contribución de pensamiento y acción a proponer otro mundo más humano.
Su incansable personalidad reflexiva y necesitada de conocimientos esclarecedores de la verdad, lo llevaron al estudio también de Sociología, Educación Popular, Psicología, Ciencias Políticas y Sociales, aprovechando la universidad en plenitud, en donde tuvo contacto con maestro ilustres y compañeros de estudio también inquietos, quienes ponían a prueba todos sus sentidos físicos y emocionales en publicaciones de periódicos como “Bisturí” y “Frente Unido”, redactado con el sacerdote Camilo Torres, capellán de la universidad, planteando un nuevo “humanismo” con la transformación de raíz de todas las viejas relaciones del sistema social, político y económico caducas y deformadas, que condujera a la creación de lo nuevo, para continuar el movimiento de la historia.
Fue como tantos universitarios y académicos, perseguido y estigmatizado por el estado hegemónico político y militar acusándolo de subversivo delincuente sin el derecho a la libre expresión y protesta, como de pertenecer a una organización social, exigiendo igualdad, justicia y libertad.
Leonor Cortés Bolívar, Ciudad de México, 2020.
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